PUTUM PUTUM

CARMELO LÓPEZ

En nuestra sociedad occidental escondemos bajo la alfombra los asuntos relacionados con la muerte ¡como si esta no fuera parte de la vida!.Tendemos a escabullirnos del tema en cualquier conversación, los chistes sobre ella no son bienvenidos y solventamos lo más rápido posible el trámite cuando nos es inevitable a causa de la convención social. No nos encontramos cómodas con el tema.

La Muerte siempre está, maquillada o cruda; intentamos driblarla pero a veces se nos muestra con toda su verdad y fisicidad. ¿Puede ser que lo que más nos perturba fuese su inexorabilidad? ¿o será su capacidad de improvisación? Por no hablar de su capricho aleatorio. ¡Imprevisibilidad!.

Hay imponentes cifras y estadísticas mundiales que colocan los accidentes de tráfico como una de las principales causas de muerte, más que todos los actuales conflictos globales juntos. A pesar de eso seguimos cogiendo nuestro vehículo a diario con la seguridad que nos ofrece su endeble caparazón, como si éste nos protegiera de un ataque masivo nuclear.

No acaban aquí los accidentes mortales. Existen animales no humanos que, de forma aleatoria y siempre inocente, no tienen más remedio que cruzar o circular por una de nuestras cintas de asfalto unidoras de lugares. No tienen bagaje ni experiencia instintiva de que aquello sea peligroso. Aún así y notándose tan expuestos, cruzan el Rubicón, ya por necesidad, ya por impulso interior. Al circular en un vehículo a motor ¿Quién no se ha estremecido, aunque sólo fuera sutilmente, al notar ese golpe seco y apagado? Sabemos que algo ha pasado, hay quien indaga pero l@s más deciden seguir adelante pues también ese puede ser un instinto certero.

Tampoco las cicloviajeras, lentas por definición, estamos exentas de dejar nuestro rastro de muerte. Es cierto que tenemos un campo de visión más extenso y más tiempo de reacción pero a veces un saltamontes de vuelo alocado acaba por no calcular bien el espacio entre los radios y dejará de ser consciente de su aterrizaje desmadejado. Parece imposible, ciclando y embelesado con lo que te rodea, esquivar a esa lombriz, o esa hormiga despistada, o ese escarabajo tornasolado. Toda vida cuenta, suma.

Viajar en bici te regala mucho tiempo de calidad para la observación y reflexión propia y externa. Estas fotos son historias de modelos que nunca se movieron del encuadre, historias que desvelan nuestra pseudo inocencia, historias que nos hablan de daños colaterales en pos del “progreso” humano; en definitiva, historias de naturaleza imparable, implacable y poco dada al sentimentalismo.

Algunas de las imágenes pueden zarandear el alma, bien por su visceral crudeza o bien por mostrar sin filtros la impunidad de la mera acción circulatoria. No hay pretensión de enjuiciarla. La mayoría de las personas estamos familiarizadas desde niñas a ver cadáveres animales en los mercados, mostradores y ganchos. Esto puede que mitigue el shock al ver y sentir en estos lugares tan familiares cabezas decapitadas, cuerpos desmembrados, huesos sanguinolentos y sangre coagulada. En definitiva, casquería indisimulada. 

Sin tener una explicación clara del porqué de ese empeño en fotografiar cadáveres recientes o ya prácticamente asimilados por el entorno, la curiosidad se convierte en la principal baza como respuesta a esa pregunta. El impulso atávico también valdría.

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DATOS DGT 2018

Según asociaciones ecologistas (Ecologistas en Acción) alrededor de diez millones de vertebrados pueden morir cada año en las carreteras españolas. Según la Asociación de Empresas encargadas de la conservación de las Infraestructuras, se estima que cada día retiran de las carreteras unos mil animales muertos, lo que daría una cifra total de unos 365.000 animales por año atropellados.

También podemos pensar en los 10 millones de animales atropellados en las carreteras en España. Si lo extrapoláramos al número de animales muertos en los 78 años que vive de media una persona en Europa, a lo largo de una vida habríamos matado aproximadamente a 20 animales por persona.

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