Todo se tambalea

Siempre se dice eso de no trabajes con tu familia que sale mal. Que se mezcla lo personal con lo profesional. Que salen los trapos sucios.

Pero ya que el proyecto BajoTeja empezó como una iniciativa familiar, nos vimos de repente mezclando lo profesional con lo personal y con todos los trapos sucios. Suerte que en mi casa son muy fans de Marie Kondo y supieron poner orden.

Me acerco a mis padres y les preguntó, móvil en mano: ¿qué es lo mejor de trabajar en BajoTeja? ¿Y lo peor? A mi padre le da la risa. Despertamos los pensamientos incómodos, las cosillas sin resolver, ponemos los trapitos sobre la mesa.

Hablo con mi madre, que se retrotrae a la primera edición del festival:

«Fue súper emocionante conocer a toda esta gente tan especial y ver como cada persona aportaba algo y que, si no aportaba eso que tenía que aportar, todo se tambaleaba.»

Según ella fue algo tan especial porque veníamos de un momento muy duro. Veníamos de estar 4 meses encerradxs en nuestras casas, con leyes de contacto cada vez más restrictivas y de repente nos encontramos con 25 personas metidas en nuestra casa del pueblo:

«El festival funcionó porque la gente lo sentía como algo suyo y tenía una responsabilidad de que eso saliera adelante.»

Les propongo escribir un texto en conjunto en torno al concepto del tambaleo, y este es el resultado:


ÁNGEL escribe –

«Era una noticia más entre los miles que se producen cada día. Una de esas que pasan por las redacciones de los medios de comunicación a veces sin pena ni gloria. De esas que la gente lee, ve o escucha pasando a la siguiente y olvidándola inmediatamente. A finales de 2019 oíamos hablar de que algo ocurría en China. Demasiado lejos para que ese algo nos afectara. Una infección, una bacteria, un virus que contagiaba a la gente en una ciudad casi desconocida o desconocida del todo. Wuhan.

Las Navidades de ese año pasaron como si nada, aunque el ruido de fondo iba aumentando. Emergía poco a poco ya en 2020 una palabra que más adelante, nos produciría escalofríos. Coronavirus, Sars-Cov-2, Covid19. Las noticias se hicieron cada vez más inquietantes. Confinamientos, enfermedades respiratorias, pacientes en estado grave, muertes. Miles y miles de muertes. Cuando nos quisimos dar cuenta la epidemia llegaba a Europa. Italia se contagiaba a toda velocidad. Y rápidamente, uno de los países más turísticos del mundo. El nuestro.

A principios de marzo trabajando en TVE hacía un reportaje sobre las pandemias, recordando algunas de las más importantes que se habían producido en nuestra historia contemporánea como la mal llamada Gripe Española de 1918, la gripe A, la gripe aviar… A una científica del CSIC le preguntaba en su casa del barrio de Salamanca en una entrevista si esto del coronavirus se convertiría en una pandemia. La respuesta fue afirmativa, sin duda y sin tardar.

El 14 de marzo de 2020, el gobierno decretaba un confinamiento que podría durar una semana, quince días, quizá. El país se paralizó, las fábricas, los colegios, universidades, comercios, servicios. Casi todo, menos lo esencial. Hospitales, centros de salud, farmacias… No nos dábamos cuenta aún de que estábamos luchando por la supervivencia. Eso sí, mientras nuestros mayores morían a miles en las residencias, los contagiados morían a miles en los hospitales, las urgencias se saturaban, los sanitarios pagaban muchas veces sus esfuerzos hasta el límite con su propia vida… algunos se manifestaban en el centro de Madrid porque no podían salir a tomar cañas.  

Otros, quiero pensar que la inmensa mayoría de este país, aguardábamos en casa con esperanza remedios, soluciones. En nuestro caso pensamos –había mucho tiempo para hacerlo, aunque seguíamos trabajando con la normalidad que era posible para que la información llegara a todo el mundo- en esa gente que con las crisis es la primera en pasarlo mal. Los artistas. En las largas sobremesas del confinamiento compartimos una idea. ¿Por qué no hacer un festival en nuestro pueblo para que esos amigos, los amigos de los amigos o los conocidos de éstos dedicados a ese mundo del arte y la cultura en el que aliviar un poco toda esa situación? ¿Por qué no llevar a San Lorenzo de Tormes, a sus treinta y pocos habitantes, algo de alegría, de esperanza, a través de la cultura?

Esa fue la idea que surgió en nuestra familia de los tres meses de confinamiento cuando aún ignorábamos que el COVID nos iba a acompañar durante casi tres años. La idea se llamó BajoTeja queriendo unir el arte con el mundo rural, tan alejado siempre de este tipo de manifestaciones. La primera edición, con grandes medidas de precaución, se celebró al aire libre en agosto de 2020. Mientras, la pandemia se extendía y el mundo se tambaleaba.»


tambalear

De or. onomat.
1. moverse de un lado a otro por falta de equilibrio o estabilidad una persona o cosa  1. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Moverse a uno y otro lado, como si se fuese a caer. 

Así estaba el mundo en el 2020, tambaleándose de un lado a otro, y así estábamos nosotrxs aquellos 4 días de agosto en los que pusimos nuestro pueblo y nuestra casa patas arriba. Era una condición de inestabilidad, una organización en continua desorganización y reorganización; como dice mi amigo Álex en su texto. Era un estar cómodxs en la ambigüedad, como dice mi amigue Ros, enfrentarse a un sistema de valores que cree conocer todo y no acepta no poder conocer algo. Seguimos construyendo BajoTeja en esa ambigüedad, asumiendo el miedo a la pérdida y a las expectativas frustradas.


TERESA escribe –

«Claudia ya ha buscado en el diccionario una de las acepciones de tambalearse: movernos como si fuéramos a caer. Pues bien, eso no ocurre en Bajo Teja. Siempre hay algo, otra persona, un acontecimiento, en lo que apoyarse para no caer cuando te tambaleas. Y esto es, para mi, personalmente, lo mejor del festival. El espíritu de la gente que viene a San Lorenzo nos salva siempre. Ese ánimo positivo; ese afán por colaborar en todo lo que sea necesario; esa disposición a comunicar y escuchar a los demás.
Cuando se da entre las mujeres lo llamamos sororidad; entre los hombres se habla de fraternidad; en San Lorenzo, durante los días que dura el festival Bajo Teja y después, durante todo el año, lo que compartimos toda la familia bajotejuna lo vamos a llamar tejaridad. Lo llamemos como lo llamemos es algo que nos mantiene en pie, aunque podamos tambalearnos en algunas ocasiones.»


A veces nos hemos auto explotado. Pero vamos aprendiendo. Y ahora nos ponemos límites para que lo profesional y lo personal convivan en los rincones de la casa. Hemos aprendido que a veces decir que no puedes poner una silla más en tu mesa, es cuidarte y cuidar al otrx. Que las comidas no son un añadido al festival, algo secundario, cuestiones de logística. Son parte de toda esa cultura que estamos construyendo. Y que hacer unas buenas lentejas para 25 personas tiene mucho arte.

De la misma manera que Marie Kondo admitía recientemente que, tras la llegada de su tercer hijo, ya no sigue su propio método y afirma “Mi casa está desordenada”, nosotrxs admitimos que acoger a 25 personas en tu casa dificulta mucho el orden. Así que hay días que nos desorganizamos y se tambalean hasta los cimientos. Por suerte, siempre aparece alguien para calzar la casa.

Claudia Maga, Ángel Sánchez y Teresa Rodríguez

LO QUE PONER EN EL CENTRO, O AL LADO, O ARRIBA O ABAJO

En estas semanas estoy pensando mucho sobre la organización. Estoy pensando sobre cómo se gestiona la decisión de varias personas de hacer algo juntas por un interés común. Estoy pensando sobre cómo nos organizamos y por qué lo hacemos así y no asá y lo difícil que es organizarse porque algunas cosas ya van funcionando pero otras no y qué significa eso de que algo funciona y que no solo es cómo me organizaría yo sino que hay otras personas con otras formas de organizarse y tantos modos como universos pero capitalismo solo hay uno y es indivisible y que a veces no se dan las circunstancias adecuadas y quién decide lo que es importante en la organización y lo que se quiere y hasta qué punto hay que querer algo y hasta qué punto esta manera de organizarse es propia, crítica y consciente y no la reproducción de algún sistema de poder y lo que espero que sea pero que no puede ser y llegar a aceptar que posiblemente no será.

Se trata, como dice Donna Haraway, de estar en el problema. Las respuestas a las preguntas suelen ser temporales. Funcionan un tiempo, luego dejan de hacerlo y hace falta buscar respuestas nuevas. Creo que no hay que tener miedo a la pregunta porque la pregunta suele funcionar como disparador hacia otros escenarios, imaginarios y modos de hacer. Reconozco que esta inestabilidad a veces me frustra y me hace valorar si merece la pena seguir en el proyecto. Creo que es importante ser honesto y reconocer que el trabajo colectivo y la autogestión no son escenarios ideales. Para mí tienen que ver con una serie de compromisos y decisiones que hay que gestionar cada día y que pueden resultar complejas. 

Estoy pensando mucho sobre cómo nos organizamos en BajoTeja. Últimamente estoy rodeando la idea de que no tiene sentido pensar sobre esto solo y que hay muchos puntos desde los que se puede abordar esta cuestión. Estoy pensando que es muy complicado. Estoy pensando que se trata de encontrar una organización que funcione tanto hacia fuera como hacia dentro. Una organización que sea capaz de cumplir con las lógicas institucionales, de la industria y del mercado (en nuestro caso) y que al mismo tiempo pueda ofrecer bienestar, aprendizaje y crecimiento personal a las personas que deciden trabajar en el colectivo. ¿Cómo hacer que haya espacios para la reflexión, para detenerse un instante y preguntarse cómo se podría hacer tal o cual, para reconocer los tiempos y los períodos de aprendizaje de cada persona? De nuevo, muchas preguntas. 

El otro día leí un texto de Nicolás Pradilla titulado Poner en el centro la organización como forma de aprendizaje. Se preguntaba sobre la contradicción a la que se enfrenta una organización de personas que se juntan para poder compartir un interés común, saberes y aprendizajes cuando se transforma en una organización de compartimentos aislados e individuales por las lógicas de la industria cultural y de las instituciones culturales. Lanzaba el interrogante de “¿Cómo mantener un espacio de gozo y apertura [en una organización] al aprendizaje colectivo?”, y respondía que “poner en el centro la organización como una forma de aprendizaje tiene la potencia de inventar nuevas ponderaciones de valor y producir mecanismos de reconocimiento e inscripción institucional que escapen a la normalización de la instrumentalización que la lógica de la industria cultural parece instaurar hegemónicamente. Para ello es necesario compartir los procesos y no solo las tareas.”

A veces, el enorme volumen de trabajo, los códigos específicos de la burocracia y la invisibilidad del trabajo de gestión y oficina hacen que se priorice la productividad y la resolución de tareas sobre el proceso y el aprendizaje. 

Cabría preguntarse cómo convertir una tarea administrativa en un proceso de aprendizaje colectivo o cómo dar creatividad al trabajo más aburrido. Como dice Pradilla, no se trata de repartirse tareas sino de compartir procesos. Un proceso muy positivo que hacemos en BajoTeja es que todo lo que alguien escribe se pone en común para que el resto comente y haga aportaciones, críticas y sugerencias. Se genera un espacio de aprendizaje colectivo en el que todxs sumamos. Y esto se aplica tanto para la presentación del proyecto para una convocatoria de una administración como para un texto personal como este. Nos repartimos los proyectos porque de otro modo sería imposible estar todxs en todo pero no por ello dejamos de trabajar en grupo. Somos partes de un cuerpo común. Este modo de organización implica aceptar que hay que repartir bien el trabajo, asumir que los tiempos se van a dilatar, hacer un trabajo de reflexión y evaluación sobre cómo facilitar la información al grupo, comunicar adecuadamente el feedback, gestionar inseguridades, prejuicios y dinámicas de poder dentro del colectivo. No obstante, también nos hace sentirnos representadxs y sostenidxs por el resto del equipo. 

Estoy pensando en esta condición de inestabilidad, de que tal vez esto funcione ahora y no se sabe hasta cuando. Estoy pensando en esta organización en continua desorganización y reorganización. Estoy pensando que esto es muy difícil y que he vuelto a pensar solo. Estoy pensando que voy a dejar de escribir aquí y volveré a leer esto en un tiempo.

Alex Martínez

Ir al contenido